SON DE NEGRO
Esta tradición dancística es producto de los múltiples palenques que se posicionaron en la Zona del Canal del Dique y el Bajo Magdalena a principios del siglo XVIII.
Es una danza de carácter guerrero-callejera que se compone de varias cuadrillas de ‘negros’ danzantes que ritualizan y recrean los espacios de convivencia de las antiguas tribus guerreras del Congo, originario de África. De allí su denominación de Son de Negro Congolés. Esta manifestación recoge los orígenes de una cultura ancestral gestada en los antiguos cabildos negros cartageneros que más tarde se constituyeron en palenques (lugares de comunidades negras) asentados desde tiempos remotos en la depresión del Canal del Dique en el Bajo Magdalena.
Esta danza popular se escenificaba en Portobelo y Colón, territorio panameño, y en Cartagena de Indias, Colombia. Vestigio de tal afirmación es este verso que se entona mientras se baila:
Portobelo, Portobelo,
Portobelo Barranquilla.
Mis costillas son de acero,
De acero son mis costillas.
Se dice que es uno de los mayores aportes culturales de los antiguos Cabildos negros coloniales de Cartagena de Indias.
Con la danza Son de Negro al igual que con la de Congo, las comunidades negras de la época realizaban sus ceremonias mágico-religiosas constituidas en festejos de cabildos. Por esta razón, en Cartagena de Indias los fastos se realizan con danzas, músicas, retretas y teatro callejero, actos que se pueden observar en la Fiesta de la Independencia del 11 de noviembre, la Natividad del Niño Dios, la Virgen de la Candelaria y el 2 de febrero. También se pueden observar en el acto de lectura del bando del carnaval de los pueblos del río Magdalena; la Fiesta del Agua en honor a San Sebastián con el estribillo ‘el moja moja’, el 20 de enero; las festividades de la Santa Cruz, el 6 de mayo; las fiestas del Veranillo de San Juan, en el mes de junio y San Luis Beltrán, el 9 de octubre.
Además, esta tradición dancística es producto de los múltiples palenques que se posicionaron en la Zona del Canal del Dique y el Bajo Magdalena a principios del siglo XVIII, y entre los cuales se destacan: El Limón, Sanaguare, San Benito de las Palomas, Matudere, Santa Cruz y otros.
Desde el pasado la ancestralidad palenquera o los negros ‘cimarrones’ se encontraron anclados en áreas de influencia, hoy territorios del sur del departamento del Atlántico. Locación donde actualmente se encuentran los municipios de Santa Lucía, Campo de la Cruz, Manatí, Luruaco y Piojó. El departamento de Bolívar también hace parte de este conglomerado ancestral con el municipio de Palenque de San Basilio. Todo este legado histórico está influenciado por el proceso de interculturalidad que se gestó desde la época de la colonia para concebir la mixtura cultural ancestral: indígena (americano), congolés (africano) y andaluz (español).
La Danza hace honor al sello característico del hombre negro (palenquero-negro cimarrón) presente en la Zona del Canal del Dique, particularidad que se hace visible en los accesorios y atuendos que utilizan los danzantes. Estos personajes se enorgullecen al mostrar el torso semidesnudo, untado con polvo mineral de color negro intenso y mezclado con aceite casero. Además, se adornan con collares elaborados de su producción agrícola y pesquera, entre otros quehaceres existentes en la zona.
El ritual se considera mágico-festivo y simboliza la reafirmación de una práctica de arraigo ‘negro’. En la puesta en escena se enarbola una bandera de color rojo agitada por el capitán, ritual que significa libertad, sumado a los bailes y versos que se cantan, lo cual contextualiza las cosmovisiones, ecosistemas, producción económica y cultural de los pobladores que ejercitan esta práctica en el Festival.
En su coreografía los actores trazan figuras y planimetrías que se enmarcan en el Juego de Son de Negro. Este es un espacio lúdico, recreativo y performativo que escenifica un ritual de defensa y guerra acompañado por robos de banderas y amoríos con bailes satíricos, exóticos y de galantería. Se crean figuras en forma de círculos, paraguas, trenzas entrelazadas de manos, caracoles intercalados con saltos de júbilo y amagues con juegos intimidatorios, entre otros.
El grupo musical se viste uniformemente con camisas de colores vivos, pantalones negros o blancos, sombreros campesinos adornados con papeles de múltiples colores y calzan abarcas; las mujeres lucen sus polleras estampadas o de flores, calzan sandalias campesinas y se adornan el cabello con flores de ‘arrebata macho’ (cayenas). La organología utilizada por el grupo musical está compuesta por el tambor alegre, tambor llamador, tambora-bombo, guacharaca del (palo de corozo), maracas, tablitas o claves, voces solistas y coros.
La historia de un grupo tradicional
Según los juglares de Son de Negro del municipio de Santa Lucía, esta actividad artística comenzó su recorrido histórico y cultural en 1920. La agrupación en ese tiempo fue integrada por un grupo de campesinos y pescadores, en su mayoría pertenecientes a núcleos familiares oriundos de la localidad y ubicados en el barrio Arriba. Tanto el grupo musical como el dancístico en principio estuvo conformado por varias familias, en cabeza de Manuelito Mosquera.
Cuentan algunos de estos juglares, que ellos antiguamente en tiempos de carnavales realizaban contiendas y disputas de territorio con danzas similares de poblaciones asentadas en las márgenes del Canal del Dique, tales como: Calamar, Arroyo hondo, Pilón, Sincerin, Zato, Sopla viento, Arenal, Repelan, Manatí, San Cristóbal, Evitar, San Basilio de Palenque y San Marcos de Malagana.
En esas contiendas guerreras (simuladas) se ritualizaba el robo de banderas a los grupos de tal manera que la agrupación que lograra el objetivo ocupaba un lugar de privilegio para acompañar las izadas de bandera y la coronación a las reinas de la localidad. Si la comitiva de tales reinados no cumplía se veía abocada a pagar penas en la vara palo, ‘vara santa’. Esta proviene de un árbol trepador que se plantaba antiguamente al frente de los salones de palitos, salón ‘burrero’ (punto de encuentro festivo), en todos los pueblos del Canal del Dique y el Bajo Magdalena del Caribe colombiano.
En 1970, en aras de continuar con la actividad de canto y música Son de Negro, surgió en Santa Lucía una nueva propuesta artístico-musical con la creación del grupo de Toño Pérez, agrupación que fue conformada por familiares y amigos, en cabeza de su creador. En la década de los ochenta se constituyó en lo que hoy se conoce como Sexteto Son de Negro y posteriormente se integraron nuevos danzantes para establecerse como uno de los grupos de mayor reconocimiento.
El conjunto musical y la danza resumen la tradición del antiguo baile canta ‘o. En tal sentido, en un principio representaban una fiesta de agricultores y pescadores, quienes al ritmo del bullarengue –ritmo matriz de la música folclórica del Caribe– complejizaban el sentido de los escenarios festivos, rituales, fiestas recreativas y festejos de ocasión. En la Zona del Canal del Dique, escenario donde se ejecutaba esta música, se interpretaban otros ritmos del Sexteto, tales como merengues, guachernas, berroches, polvorines, rumbas, fandangos y pajarito.
El Festival Son de Negro, Somos Patrimonio
Este evento tiene su origen por el trabajo de grado en Educación Musical, titulado: El Son de los Negritos, presentado por Manuel Antonio Pérez Herrera a la Universidad del Atlántico en 1995. El proyecto se materializó con la creación, proyección y ejecución de un festival en 1996, junto con la conmemoración de los 30 años de la oficialización de Santa Lucía, Atlántico, como municipio de la actual sede del Festival. Este evento se realiza anualmente durante cuatro días en el mes de junio a partir del último festivo de ese mes.
La experiencia del Festival ha permitido un mejoramiento de la calidad artística de las comunidades participantes, ubicadas en la Zona del Canal del Dique y la región Caribe colombiana, y desde el año 2010 el evento ha sido organizado por la Fundación Festival Son de Negro. Uno de los ejes centrales de la entidad organizadora de esta propuesta consiste en dinamizar el encuentro para que muestre, recree, reflexione y apropie el sentido dancístico-musical y las demás expresiones del arte. Todo lo anterior, sumado a la convocatoria de artistas, académicos y autoridades culturales para articularlos en escenarios y actividades donde lo académico acompañe y fortalezca lo artístico como mecanismo de preservación y apropiación del patrimonio.
Momentos del festival
Luego de la preparación e integración con las localidades practicantes y la logística interna del evento se inicia este certamen multicultural que desarrolla su celebración coreo-musical con base en tres momentos:
Acto Inicial: es una danza denominada Son de Negro – Cabildo abierto. Es un recorrido coreo-musical de esta danza como ritual de baile callejero en el que se invita a la gente para que participe del festejo al ritmo de la canción (himno): La rama del tamarindo.
Acto Central: en este momento se ejecuta la danza del ritual de fiesta de reposo que se denomina, ‘sentao - casero - estacionario’. Luego, se interpretan las siete variaciones de ritmos de esta manifestación: Llamado, Son de Negro ‘sentao’ o Porro Negro, Ritmo de Vulgaria Por de bajero, congolés, Puya y Ritmo de Negrito.
Acto Final: acá se cierra el Festival con la escenificación de la Despedida Forzosa. Se trata de un ritual de recogida en el que se rememoran las versiones anteriores que se han presentado en este certamen festivo.
Además, dentro de los lineamientos del Festival se encuentra la participación de personas de la tercera edad, jóvenes, niños y la población en situación de discapacidad y vulnerabilidad. A toda la comunidad se le abren espacios de disfrute y gozo integral. Gran parte de la comunidad se beneficia con la venta de productos de pan y bebidas hidratantes, y también aquellos que instalan sus negocios comerciales como lo son las cantinas, restaurantes y ventas de comida rápida. Los núcleos familiares prestan sus servicios de albergue y alimentación a los grupos folclóricos y visitantes en sus casas-hoteles, las cuales se habilitan durante la temporada.
En esencia, el Festival Son de Negro es, sin duda, un espacio cultural altamente concurrido y de encuentro para los moradores de la región.
Referencias
1 Algunos apartes de este artículo han sido publicados en el libro: Somos Carnaval de Barranquilla. La mirada de sus artistas. Una publicación escrita por 50 creadores de la región que presentan las historias de esta tradicional fiesta colombiana. 4 de mayo de 2017
Disponible en:http://www.elheraldo.co/tendencias/presentan-ellibro-somos-carnaval-de-barranquilla-la-miradade-sus-artistas-250816
2 Pérez, Manuel. El significado de la música Son de Negro y Pajarito en la vida de las comunidades afros de la zona del Canal del Dique, del Caribe colombiano. En: El Artista, revista de investigaciones en música y artes plásticas. No. 7, (diciembre). Pamplona: Universidad de Pamplona, 2010. p. 28-55.